Entrevista a Carmen Pallarés

Por Pablo Luque Pinilla

FOTO: Miguel Pallarés

Carmen Pallarés (Madrid, 1949) se dio a conocer entre los lectores españoles gracias a obras como Del lado de la ausencia (Aeda, 1979), Molino de agua (Rialp, 1980), La llave de grafito (Rialp, 1983), Caravanserai (Esquío, 1987), Antología 1979-1986 (Puerta del mar, 1987), Luces de travesía (Libertarias, 1989) y Abba (Libertarias/Prodhufi, 1995). Más recientemente ha editado algunos poemarios que tampoco han pasado desapercibidos, como es el caso, entre otros, de Esgrima (Trea, 2005). Además, fue importante para su proyección pública su aparición en las antologías Las diosas blancas y Ellas tienen la palabra, que Hiperión publicó en 1985 y 1998, respectivamente. En estas antologías encontramos poemas que son ya un lugar común para los amantes del género que frecuenten la poesía de la época como «Cinecità», «Nos apalabra el aire» o «Marco». Por lo demás, es una pintora de trayectoria dilatada y profesionalmente ha ejercido como periodista especializada en información cultural y crítica de arte. Actualmente se dedica laboralmente al ámbito de la asistencia social.

Su poesía tiende a la concentración expresiva en una actitud que, como ella misma reconoce, desvela cierta raigambre en la poesía conceptual española (poesía del Cancionero, Garcilaso, Quevedo) y orientalista (china y árabe).  Algunos de los temas esenciales de su escritura son la pintura, las artes en general, el mar, el aire, el tiempo, la infancia… Su obra surge en un momento de auge de la poesía figurativa tan de moda en los años de consolidación literaria de la autora, circunstancia en la que el trabajo de la madrileña se singulariza sin pretenderlo, pues en ella, antes que cualquier forma de narración, se palpa lo real con los ojos de la poesía para delinearnos con el fino trazo de las palabras lo inesperado e inaparente de la realidad: el doble fondo de la experiencia; su inevitable segunda lectura en toda circunstancia, ya sea en clave existencial, transcendente o como una mera prospección interpretativa de las emociones y la afectividad. De esta manera, los poemas de la autora se plantean como un lugar donde acontece la experiencia artística antes que cualquier forma de suceso tangible. No en vano, en una entrevista para Sharon Keefe Ugalde, publicada en Conversaciones y poemas (Siglo veintiuno de España, 1991), la escritora reconocía que para ella la capacidad creadora es “la facultad última de ofrecer un cauce de materialidad a las sensaciones y a las ideas, hasta convertirlas en pensamientos imaginativos penetrantes, distintos, sugeridores, que arrojen luz —o que proyecten sombras— sobre las cosas o sobre los significados que ya conocemos, o que atisbamos.  Todo ello precisa de un adiestramiento específico, pero ese es el problema menor, eso es fácil, aprender siempre es fácil. Lo que se es no se aprende, se aprende lo que se hace, así que la dificultad reside en lo que se es, no en otra cosa”.

Quizás por eso nos parece que sus textos suponen, antes que nada, una experiencia en sí mismos, ya que siempre nos quieren dejar algo abierto, garantizando un camino solo hasta un determinado punto, como sucede en toda verdadera experiencia.

 

Por lo que sé, te sentiste una niña muy querida. ¿Qué crees que traslada esta experiencia de afecto en unos años tan decisivos del desarrollo emocional, como es la infancia, a tu obra poética?

El cultivo del entusiasmo, la preservación de mi tendencia natural al entusiasmo. Algo importante para mí, sin duda. El entusiasmo como calor interior que trasladamos al exterior en forma de profundo interés por las personas, los hechos, los aconteceres, la naturaleza, los proyectos y los sueños, las cosas y las circunstancias que se van presentando y desarrollando en nuestras vidas. Ese interés profundo reviste muchas veces en mis versos un claro matiz de apasionamiento, no solo para lo bueno o lo benéfico; también para las dificultades, los sufrimientos y los anhelos. Y también un grado notable de confianza en las palabras y los hechos de los otros, una confianza que en ocasiones puede rozar la ingenuidad.

También has contado en alguna ocasión  que pasar un año en cama durante el padecimiento de una grave enfermedad a tus diez años te cambió la vida. Te abrió las puertas de par en par a la lectura y al dibujo, dos de tus grandes pasiones [Carmen Pallarés es una consumada pintora de trayectoria brillante y dilatada]. Pero aparte de este cambio circunstancial, ¿qué grieta crees que abrió en la niña que eras aquella vicisitud?

Yo no llamaría “grieta” a la consecuencia de lo que entonces viví. La experiencia fue, verdaderamente, la que se tiene cuando nos situamos ante un umbral. Un umbral nos hace encontrarnos con otro ámbito y con aspectos distintos de la realidad; eso me pasó a mí: la niña extrovertida y muy activa que fui hasta los diez años fue “invitada” por la enfermedad a cruzar anímicamente un umbral y, a lo largo de un año, aquella niña aprendió algo importantísimo: aprendió a mirar en su interior, a ir de la observación del exterior a la contemplación de su interior. Entonces comencé a sentir mías mis sensaciones y mis sentimientos, a cultivar imágenes y recuerdos, y… creo no exagerar si digo que también fue entonces cuando experimenté la posibilidad de concebir pensamientos propios.

Uno de los aspectos estéticos más notables de tu obra son la esencialidad en el decir, fruto de una doble circunstancia. De una parte, tu rechazo de la grandilocuencia, y, de otra, la influencia de los clásicos conceptuales españoles (poetas del cancionero, Garcilaso, Quevedo) y de la poesía china y árabe. ¿Puedes hablarnos de esta característica estética de tu trabajo poético?

En la vida y en el arte y, por lo tanto, en el estilo, no me interesan la afectación, al ampulosidad, la grandilocuencia. La sencillez es artísticamente expresiva, esencial y compleja en sí misma. La Poesía es una realidad muy alta, como la “P” mayúscula con la que me gustaría que apareciera escrito, y creo que hemos de aproximarnos a Ella con agradecimiento, con humildad, con digna energía y, desde luego, con un amplio abanico de conocimientos y de recursos estéticos. Uno de estos recursos es para mí la capacidad de síntesis, y la síntesis deja caer la hojarasca, le sobra, no quiere acarrearla y verse lastrada por ella. Esa capacidad de síntesis está en la Poesía Conceptual española y está en la Poesía Clásica china y está en la Poesía Hispano-Arabe. Yo creo además que de la síntesis y de lo esencial se deriva la posibilidad de algo importante a la hora de vivir, de escribir y de trabajar un poema: las imágenes y la sugerencia.


También se percibe en tus versos una especial sensibilidad para escuchar el sonido de nuestro tiempo, de tal manera que, al menos a mí, tus poemas me resultan inequívocamente contemporáneos en su lenguaje y en su eufonía, sin por ello dejar de ser bastante atemporales. ¿Crees que la poesía actual ha hecho suficiente hincapié en captar el sonido de nuestro tiempo para mejor hablarle al hombre contemporáneo?

 La verdad es que no estoy lo suficientemente al tanto de la poesía actual como para atreverme a afirmar o a negar algo así. En cuanto a mis poemas, puedo decir  que en ellos se manifiesta una manera de experimentar lo temporal no solo como una realidad secuencial y sucesiva, sino también como una realidad simultánea, algo que en mi caso tiene que ver con lo espacial. Así que, lo temporal no lo concibo nunca como algo circunscrito, intraspasable, cerrado  o encerrado. La expresividad temporal de nuestro tiempo que hay en mis poemas creo que no deja nunca de ser asimismo la expresividad de otros tiempos, o… del tiempo de mi alma.


Una de las cosas que he leído acerca de tu poesía y que más me han llamado la atención es que en ella reconoces como sentidos fundamentales el tacto y la vista, por cuanto el
tacto de la mirada constituye la facultad de ver, pensar y tocar de una sola vez. De alguna manera, ¿el ejercicio poético es para ti esa posibilidad de aprehender lo que hay (lo que se ve), lo que la conciencia procesa acerca de lo que hay (lo que se piensa), y la  materialidad de cuanto existe (lo que se toca)? Llama la atención la confianza que depositas en la atención a lo real para que de esa atención y asombro, si se me permite, broten las palabras. El poema mucho más como un acto de escucha que de proyección del yo. Pero una escucha que implica lo carnal, la materialidad de las realidades observadas. Agradecería alguna observación tuya sobre estas aseveraciones.

Bien. Tu pregunta, en su contenido y en su forma, es mi respuesta. Quiero decir que puede suscribirse sin mover una coma como respuesta. Así lo he hecho yo, de manera que te doy las gracias.


Durante la etapa de tu consolidación como autora el auge de la poesía figurativa, conocida más ampliamente en ese periodo como poesía de la experiencia, era incuestionable. Sin embargo, en tu obra los poemas, como a mí me llegan, suponen una experiencia en sí mismos, hasta el punto de que dejan siempre abierto algo. De hecho, antes que hablar sobre tu experiencia en los poemas, estos parecen proponer la experiencia de la poesía. ¿Qué puedes comentarnos al respecto?

Me parece que utilizamos el concepto y la palabra “experiencia” con extremada liviandad, con mucha ligereza. Lo que vivimos y llamamos así no suele pasar muchas veces de ser una serie de episodios vividos de manera incompleta, meras sensaciones y emociones, sin que en ellas intervenga la acción conjunta de nuestro percibir, pensar,  sentir y obrar; o, en caso de que intervengan suelen hacerlo desordenadamente y con escasa consciencia. La llamada poesía de la experiencia surgió en su momento frente al exceso del cultismo y el intelectualismo de entonces. Estuvo bien para equilibrar la balanza, aunque personalmente no me atañía ni una ni otra cosa: mis poemas han sido como han tenido que ser para dar vida y arte a lo que yo he querido decir. Siempre me he sentido libre de todo y de cualquier tendencia en este sentido.

Conversaciones


De la misma manera, también has dicho en no pocas ocasiones que para ti no hay artes sino el arte, unificadas por una esencialidad creadora. ¿En qué consiste esa esencialidad?

La profesora y crítica Sharon Keefe me dio hace años la oportunidad de exponer extensa y públicamente este tema. Permíteme que ahora  mi respuesta a tu pregunta lo sea con las palabras de entonces: “El Arte no son las artes, y la capacidad creadora es para mí la facultad única de ofrecer un cauce de materialidad a las sensaciones y a las ideas hasta convertirlas en pensamientos imaginativos, penetrantes, distintos y sugeridores, que arrojen luz –o que proyecten sombras- sobre las cosas y sobre los significados que ya conocemos, o que atisbamos. Todo ello precisa de un adiestramiento específico, pero ese es el problema menor, eso es fácil, aprender siempre es fácil. Lo que se es, no se aprende: se reconoce; así que la dificultad reside en lo que se es. Un artista tiene esa capacidad creadora, esa facultad única. Para hablar de veras sobre el Arte yo lo primero que hago es no tener en cuenta “las artes”, eliminar ese plural; ya que para mí la relación entre un arte y otro es total, lo es desde dentro, de manera absoluta. Yo dudo mucho de los pintores, escultores y demás que no perciben a la Poesía como esencialidad creadora hagan ellos lo que hagan, y dudo mucho de los poetas que no defienden que un poema es sobre todas las cosas una obra de arte. Es mucha la gente que me dice que tener más de una vocación es un exceso, es nocivo, y que hago mal atendiendo a todas, pero yo no entiendo cómo  pueden creer eso profundamente, cómo no se dan cuenta de que la vocación es una, es la misma solo que… diversificada. La vocación artística es un riesgo vital, sin paliativos, sin componendas y sin estrategias: algo absoluto. Un italiano genial dijo una vez que la verdad no está en un solo sueño; yo también creo que es así.” A lo dicho, añado hoy que una de las caracterizaciones que hace Paul Klee de lo que es dibujar es esta: “Dibujar es sacar a pasear una línea.” Escribir un poema puede ser…, y cantar puede ser…, y alzar una escultura puede ser…

¿No te parece?

En este sentido, la dificultad en el arte reside en lo que se es no en lo que se aprende, siguiendo tus propias argumentaciones. ¿Qué tipo de relación mantienes contigo a la hora de abordar la actividad creadora?

Una de mis mejores amigas descubrió y formuló  hace ya muchos años “algo” que se producía en mí de pronto. Ese “algo” era un cambio en mi mirada, en mi atención, en el timbre de mi voz, en mi actitud; un determinado ensimismamiento, una tensión anímica que tenía una cualidad diferente de lo habitual. Ella llamó a “eso” nada menos que así: “sensación de poema”. Se dio cuenta de que cuando sucedía a mí me sobraba todo, por decirlo así, y de que inmediatamente yo reunía mi energía para dar cauce a esa “sensación de poema” y convertirlo verdaderamente en poema. Con una intensidad algo menor me ocurría cuando una idea plástica quería adquirir estructura y composición. En cuanto al premio que ha sido en mi vida durante unos años la actividad musical como cantante apasionadamente “amateur” puedo decir que ese “algo”, aunque en este caso la tensión era la de intérprete, no la de autora, también se aproximaba a mí siempre, tanto cuando estudiaba las partituras como cuando ensayaba con el coro y la orquesta como cuando llegaban los días de concierto. Así que sigo pensando que la dificultad reside en lo que se es, en lo que se encarna, y en cómo se entiende uno con el mundo contando con ello. Lo que hay que aprender no es problema: se aprende y listo, y con toda alegría.

En tu poesía el componente gráfico y narrativo parece esencial. Fundamentalmente el primero, ya que el segundo es fruto de esa tendencia tan propia de los pintores a imaginar la trama detenida, la escena congelada. De esta manera, tu relación con el mundo lo es también con su origen y con su destino, es decir, con todo aquello que lo real oculta a la vista, pero que porta incuestionablemente, como es la causa de que existan las cosas y los acontecimientos, y su posible desenlace. A este propósito el escritor leonés J. A. González Sainz se pregunta en su novela Ojos que no ven(Alfaguara, 2010):¿Nos dicen algo las cosas y no solo la necesidad de implorar que algo nos hable?” ¿Crees que la realidad puede funcionar como un signo, como una llave que abre alguna puerta que no es temporal, un punto de fuga que en última instancia procura el encuentro con algo que nos constituye y nos acompaña?

De, nuevo en tu pregunta está mi respuesta. La dimensión última, imprescindible y esencialísima de Vida, Muerte, Mundo, Arte, Origen, Hado, Destino… es la realidad del Espíritu, sí.

De hecho, tu poemario Abba, revela a las claras la certidumbre de un misterio, como fuente y origen de todo, hasta tal punto de que sin este conocimiento hay que resignarse a lo incompleto, a lo engañoso, a lo insuficiente. A su vez, este título invoca de alguna manera al fallecimiento de tu padre en fechas próximas a la escritura del libro. ¿El amor humano, cuando media el afecto como el que manifiestas haber recibido, es signo del amor primero del Misterio? ¿Por qué elegiste también el nombre de ‘Abba’ como una manera de mostrar el estupor por el hecho de Cristo crucificado, otro de los grandes significados de este título, ya que son una de las últimas palabras de Jesucristo al morir?

Sí, dices bien. El Amor es una fuerza creadora. Una fuerza creadora que se llama Amor”. Estoy de acuerdo.

FOTO: Miguel Pallarés

 

Y para terminar, me gustaría preguntarte, si ello no supone una intromisión, acerca de tu nueva andadura profesional en el campo del trabajo social con discapacitados y, si de alguna manera, esto ha supuesto un zarandeo personal y anímico en el que encuentras claves y encrucijadas que se están trasladando a tu sentir como autora.

Por ahora, lo que está significando mi nueva andadura profesional es una extensión de los límites de mi pensamiento, de mi sentimiento y de mi acción. Este tipo de trabajo requiere una atención y una entrega constantes; es una tarea que, en mi caso, no había sospechado que pudiese llegar a mi vida. Con personas discapacitadas anímica, mental y físicamente la terapia artística tiene sin duda una acción curativa, y yo estoy en un centro que la tiene en cuenta de manera especial. Movimiento expresivo, dibujo de formas, euritmia, arte de la palabra, relaciones de color son actividades que desarrollamos allí.  Las realidades profundas y los procesos que mi día a día está experimentando no son aspectos que hayan aflorado completamente aún a mi conciencia. Seguramente, requerirán no sé cuándo una vía de expresión y comunicación artística que tendrán en su momento un libro como casa, sí.