Antología de Papeles del Martes (0-19)
Por Miguel Ángel Cervantes
Esta selección está hecha entre más de sesenta y cinco poetas que publicaron hasta el número veinte.
Ana María Sánchez
Emilio Rodríguez
José Del Río Sánchez
José Manuel Regalado
Maximiliano Hernández Marcos
Helder Ferreira
Paco Garavis
Raul Sánchez-Noguera
Antonio Sánchez Zamarreño
Maria Del Sagrario Rollán
Javier López Parada
Juan Antonio González Iglesias
Dolores Romero
Vicente R. Manchado
Miguel Ángel Cervantes Almodóvar
Manuel Izquierdo Rodríguez
Como a la libertad así te amo porque duerme en tu pie la tierra toda y en tus ojos cabalgan las estatuas, y los mitos, y el universo último y el tiempo. Amor mío, los peces te están glorificando cada noche de insomnio, cada penumbra rota y desasida, tus manos en un vuelo interminable de secretos y besos, tus manos, hermosísimas águilas de luto por un cielo en los dioses calcinado, siempre adverbiales águilas candentes hechiceras y magas, prometidas como ayer y su rostro, como mi pelo lento en un abismo acercándose a ellas sólo porque te amo y no me asusta el alma que las guía ni su ronco calvario hacia las tiendas no me asusta tu voz contradictoria si las tengo presentes y me hablan, y si mienten será porque están presas en tu miedo, pero irán desnaciéndose despacio hasta llegar a mí, y cuando estén de ti deshabitadas te encontraré tan dentro como entonces levantándonos mutuos en nosotros.
(Nº 8- Salamanca – Junio 1985)
Para domar los días y dar cauce al sonoro silencio de la sangre. Cráter de soledad, tiempo colgado de los recios ramajes de las dudas, donde una mano mece los avisos, las llamaradas dulces, los mojones que dicen el camino y lo dibujan. desde el estar al ser, salto en el aire como una nube sólida, o ventana que nos guía hacia dentro y nos cincela. Para domar los días, nos miramos y cubrimos de manos extendidas los abismos llamados soledades o días de la ira. De las pisadas nacen los caminos y el que transita solo, interrogante, se poblará de huecos y de esperas, mirando hacia una forma de horizonte que entabla nuestra voz y la adereza. Para domar los días, nos decimos silencios encendidos y vocablos. Se desmorona el tiempo y se levanta apilando los gestos y las voces. Fronteras de la duda. Desembarco para otra travesía del territorio que identifica guiños y miradas. Para domar los días, hay sonidos que se llaman silencios habitados.
(Nº 39 Salamanca – Otoño 2007)
Después
Y, de repente, sólo luz, sólo aire, no el hueco que deja la gravedad, aire, aire por una luz poseído donde todo emerge des de su origen. Hay un silencio que articulan hojas como vestigio o señal del trascurso, repitiendo a coro la voz del liquen. Al aire se destina la mirada y manosea su acerada corteza, tapiz cenital de trinos y azules. ¿Qué ocurrió? Un celo súbito, un aroma, una caricia de quien siempre fue letal, eterno amante de la tierra, algo que alzó a la luz de lo oculto: lluvia.
(Nº 11 Salamanca – Mayo 1986)
Inútil palabra
¡Empeñada palabra! La palabra es conciencia. Tanto me limitaba como acusó misterio o muerte decidida; ya palabra hecha ser extasiado de mundo, pastizal del silencio, agria tarde, sentido mollar, pausa existente. Librarme quisiera del ser solo, huido, del otro, de esa teoría -¡oh Bécquer, al fin latente en hilos de aura y oro, en volandas-; pero no es muy posible si tú no regeneras lo dicho, alzas lo escrito a testimonio airado, a palabra-conciencia, estimada de robledales, amor mío, posible sed y distante -¡allá lo que se canta, lo que se lleva el río!- como un son que se acerca, entrelaza, va y viene en el viento de las tardes hermosas. Lástima que la vida no se ajustara ya al ser de la palabra –desahucio, montaña!- no se ahormara a nuestro paso, no fuera lo que quisimos; más doloroso aún que el perro, el esqueleto y la serpiente no pudieran lamerla, sonarla, y enroscarse a su sino de palabra que los hubiera erguido, humanado para siempre (los ojos sólo, serpiente). Porque me propuse un imposible y animales o huesos respondieron por ella –palabra- como hombres. Porque no estoy en la piedra, porque vivo, ahora te amo, a tu cintura me ajusto, desvalido de voz, como sombra y dolencia que me ha dejado pobre, ribera de los ríos.
(Nº 12 Salamanca – Julio 1986)
Por dentro de las cosas va creciendo la piel como una nube de amarga desnudez junto a la noche. Aquí tanto sudor despunta el alba que acude hasta la luz y se evapora. Por dentro de las cosas -pirámide hacia el suelo- excavamos la sed como una curva de apasionado hacerse con la historia. Por dentro de las cosas mira un niño con un compás de las cosas girando entre los ojos. A ver quien le detiene ya su voz si no hay cristales para tumbar el eco.
(Nº 14 Salamanca – Mayo 1987)
Escribo con las alas casi siempre de noche cuando las flores y los versos huelen a cansancio cuando duermes en voz alta sobre esta hoz de carne los confiados yunques lentos dolidos que me vieron desnudar. ~~~ Me miro en el espejo de los sucesos diarios, hombre expoliado y desnudo aullando. Después apago la luz y dejo que del cristal se liberen los guiños, las muecas de otro oscuro resentimiento indeciso y entonces sueño y me pregunto: ¿para qué escribo? ~~~ Lo mismo de otro modo: alboroto de la piedra hollada por el agua, afilado colmillo mordido a la oscuridad, salón punzante de tu vientre promiscuo. Eres como una caverna, Gruta y boca profanada, Como si una luz repentina Bebiera la saliva de tu cal.
(Nº 17 Salamanca – Noviembre 1988)
(Vamos a vivir del aire, absolutamente unidos por el vientre, tostándonos a la lumbre. Y tú me cuentas un cuento y yo te beso los ojos de cerámica) ábreme de un golpe los ojos abiertos deja de ocultarte que la historia es sangre como los geranios que se quedan solos cuando tú vomitas detrás de la puerta cuando tú sonríes al llegar la lluvia cargada de insectos me enterraron lejos cerca de la vida (dos y dos son cinco) en cualquier instante lleno de cebollas ciérrame de un golpe los ojos cerrados bésame la espalda con algún recuerdo dispárame un grito no me digas nada dime que a la tarde vamos a cansarnos de tanta política ~ ~ ~ ~ (somos chorizos: lo deja en el aire la primera luz del día.) ahora tengo en las manos la leyenda más triste puedo ser una bruja con los pechos de caucho una pena infinita un guerrero desnudo desnudando a los dioses a los dioses que sangran he intentado la magia de romper las estrellas he matado a los muertos que querían besarme he inventado una guerra un millón de jardines la ciudad me amontona descuartiza los cuerpos de los pobres amantes mientras lanzan su grito que es un grito ancestral hay amantes adúlteros suspirando excrementos invadiendo el planeta de placeres horribles enturbiando el silencio la poesía es por ejemplo un montón de atrocidades.
Jardín abandonado
Nos ha costado tanto llamar a las cosas por su nombre; nos ha costado siempre aceptar sin grandes aspavientos el obligado paso del verano al invierno que en este instante no me sirve de nada abusar del engaño pensar que la existencia amable de añorados amigos en el campo, sin ruido ni algaradas pudiera ser la exacta transparencia de mi alma lo que es verdad pero hasta cierto punto solamente. Mi resistencia al dolor, más bien escasa no supo nunca comprender la hondura de esa gente sencilla que colma, callada, el sacrificio. Por eso continúo impotente y abrumado sin saber abrazar el natural despojo de los pobres. Mi ambición por vivir acaso, es nada más el simple reposo del falaz pusilánime. Después de transgredir lo contemplado, Tengo que regresar.
Ya no saldré
Ya no saldré de este poema donde estoy diciendo tu nombre. Me llamarás y no saldré, pues no estás fuera sino dentro, la plenitud de lo ilusorio.
(Nº 18 Salamanca – Noviembre 1989)
Silencio
Por si la palabra no accediera a los abrevaderos de la luz, y en el mar con la mañana la plegaria no se alza. Piensas, habrá un hermoso atardecer y las ventanas de tu cuerpo ya se incendian en el azul redondo y amoroso de la espera. Y los pájaros más altos Glorifican la transparencia Muda de tu voz.
destroza oh dios de los destrozados la infancia de las esporas como los peces de mis viejos valses apagaron la mirada de los galos al cachear la oronda lucidez de espejismos espejados tras la arena natural en un circo sin leones latinoparlantes hablar es la dicha suprema de los telépatas nostálgicos como esta esdrújula agudeza parte la cachiza tránsfuga para parar paredes en ebullición u fajar la luna en la luna de un parabrisas parachoques frente al viento que espera cristianísimas sacristías en el vibrar del radio en una tabla periódica sin bicicletas en sus ruedas que ya no importan a nadie Porque nadie importa ya y la espalda es la experiencia de una potencia tangente desesperados que viven en tu desesperanza ariscas aristas de un paralelogramo absurdamente geométrico y superan el álgebra de una función espectral castillo de espantos numéricos pues saben perfectamente que el futuro es una mentira tan veloz que nos alcanza antes de dejar de ser presente y no creen en nada ausente de sus vidas de las que acaso duden tal vez porque la metalurgia está inevitablemente en crisis y no podremos fabricar más conciencias de burgués ni clasificarlas por tallas exactas con un pie de rey midas áureo no quiera mi dios inexistente que exista la belleza
(Nº 10. Salamanca – Marzo 1986)
JUAN ANTONIO GONZÁLEZ IGLESIAS
Permíteme en tus ojos
Permíteme en tus ojos, en esas dos menudas y elevadas mansiones, mirarme y acogerme. Permíteme que habite, ahora, siempre ahora tan hermosas, tan frágiles, tan suaves residencias. Permite largamente que cultive tus ojos, que olvide soledades, que me diluya lento en tus dos manantiales de imprevista frescura. Permite que en tus ojos sintiéndome te ame. Con el ritmo que imponen tu mirada y el tiempo, salgo y recorro mapas, islas, atardeceres… y enamorado, humilde, yo regreso a tus ojos. Perdido en tus pupilas soy un niño infinito, y en ti por fin descanso, pequeñito, incluido en tus dos diminutas burbujas de ternura.
(1er Premio Colegio Mayor Fr. Luis de León, 1986)
(Nº 13 Salamanca – Noviembre 1986)
Extendí como una alfombra mis senos para que tú los envejecieras. No supiste que en tu ausencia mis brazos mecían caricias. Con dulzura me crecía el vientre estéril, para llenar el vacío, para abrazar tu espacio. Ocupé mi cuerpo con tu cuerpo para que no cupieran los saludos de las flores ni las palabras de las cosas, ni el dolor de una ausencia eterna, sin brillo, sin cuerpo horizontal que saciara mi boca. Aunque no vuelvas, la mañana seguirá siendo sutil sin nuestro roce sabrá reconocer mi piel por lo que en ella de ti queda, y la noche tendrá alas y crecerá sola dentro del día.
(Nº 13 Salamanca – Noviembre 1986)
En tu nombre de monte doblegado. En tu espalda sedienta de violines o empañados lenguajes. En tu volver del aire si libélula o cándida anaconda circundaran un cuerpo transparente, pregúntame.
(Nº 15 Salamanca – Febrero 1988)
MIGUEL ÁNGEL CERVANTES ALMODÓVAR
Hay lanzas afiladas como sueños. Sueños como estandartes de mi historia Alza desde corceles sin palabras De silencio empuñando la demencia Que en los días aciagos es cordura La armadura reviste su vacío El vacío que despuebla mi despojo Con la guía de un dios esclarecida Y resisto impertérrito a los embates Del reloj entre alientos cabalgando Por la tierra asolada de mis sueños. La impaciencia declara sus principios Que infinita la mente los devora La sangrienta ablación de los errores Nos hará cicatrices de por vida La oblación sin sentido nos produce Impotencia respecto a lo absurdo Contra mí mismo doblo la conciencia Para que lo infinito nos consuma Contra nosotros cada día el todo La voz fatal que engloba cada miedo.
(Nº 19 Salamanca – Marzo 1991)
¿Dónde hiere el índice del viento? Se encenta el pan, redondo, pero, ¿cómo tomar su perfección, sin asas? Este saber del arco en el silencio: Sus aves certeras llevarán su nido al mismo juncal, pondrán su ojo en la misma espadaña. En el anillo fiel de sus estaciones. Mas, con la nieve de la amanecida, así tensada su sangre remota, partirán su cerco y su rueda hacia donde llamamos Sur. Pero, ¿hacia dónde llamamos Sur, aljabas, en la oronda oquedad de la noche?
(Nº 20 Salamanca – Julio 1996)