Boris Konstriktor. Reseña biográfica, por Milagrosa Romero Samper

Boris Konstriktor. Fuente Milagrosa Romero Samper

El Té Taoísta es una selección de poemas de los años 70 titulada originalmente Plata Palustre. Corresponden a la etapa en que el autor, nacido en el Leningrado de 1950, se movía en los ambientes literarios no oficiales.

La furia y la vanguardia de catacumba se presentaban a los artistas como la única vía de salida a un mundo infinitamente frío, infinitamente gris. Las espesas cejas de Breznev arrojaban su plúmbea sombra sobre el imperio de los soviets, de las colas y de la burocracia, y el tintineo de las medallas en los pechos de los jerarcas sonaba cada vez más, en los desfiles de la Plaza Roja, a farsa y a chatarra. Décadas de hambre, de esclavitud y de retórica habían dejado tras sí una estela de muerte, de vacío. La vida cotidiana pesaba como una losa y la única certeza era la nada.

Por un curioso brinco de la historia, de la censura o de la fortuna, en aquellos años gozaron de gran popularidad las traducciones de la gran poesía clásica china. El propio Boris relata:

A finales de mayo la luz de libélulas diáfanas
llenó las tinieblas del alma herida,
y se liberó mi espíritu poco seductor
sobre las traducciones de Su Shi.

Wang Wei, Li Bo, el inmortal Tao Quian
me servían generosamente el vino
y bailaban en el ebrio sueño Ying y Yang,
como teclas de un piano taoísta.

marzo 1976

Esa palabra y esa filosofía taoísta venían a rescatar la nada gris y a transformarla en una etérea neblina donde la dialéctica infinita entre los seres venía a resolverse simplemente en el Ser. Oriente (con el que la misma Rusia en cierto modo se identifica) estaba presente también, de antiguo, a través del budismo, muy difundido en vastas zonas del imperio. En la Leningrado de entonces quedaba en pie, aunque convertido en emisora de radio, un templo budista tibetano que hoy en día ha vuelto a recuperar su función. En el jardín lleno de banderolas, agitadas por la brisa de uno de los ramales del Neva, personas de facciones remotas hacen girar los molinillos de oración, mientras que dentro los granos de arroz pasan como arena entre las manos de los devotos, fugaces como la vida y como el tiempo.

ILUSTRACIÓN <em>BoKo 3a</em>. Boris Konstriktor

ILUSTRACIÓN: BoKo 3a. Boris Konstriktor

<center>ILUSTRACIÓN: Sin título. Boris Konstriktor</center>

ILUSTRACIÓN: Sin título. Boris Konstriktor